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Cézanne, Sartre y el problema de la elección

  • plandeviernesnoche
  • 1 jul 2016
  • 4 Min. de lectura

Si hay algo que diferencia al hombre del animal éste es el problema de la elección. Mientras que los animales responden de manera predecible ante diferentes estímulos con la finalidad de sobrevivir y satisfacer sus necesidades básicas, al hombre nada le viene dado de forma inequívoca; el ser humano debe interpretar su realidad y tomar decisiones de entre un gran abanico de posibilidades, y será después de tomarla cuando su acción será juzgada y calificada de moral o inmoral.


Pero, ¿en base a qué determinamos que algo es moral o inmoral, que está bien o está mal? La cultura es, sin lugar a dudas, la mediadora de toda interpretación de la realidad que terminará por determinar y perfilar la estructura moral de cada individuo; como si de un gran filtro se tratase, la cultura condiciona nuestra forma de ver la realidad y por lo tanto condiciona nuestras decisiones, eliminando de facto todas aquellas que aparentemente están mal. Aranguren denomino al humano como un ser estructuralmente moral: “el hombre, animal humanizado, no se encuentra ya directamente humanizado, siendo esa tarea de encontrar su rostro humano o humanidad una tarea básicamente moral” y su rostro dependerá en gran medida de la cultura y del entorno del individuo.


Paul Cézanne considerado el padre de la pintura moderna y uno de los máximos representantes del postimpresionismo nos introduce el problema de la elección a través de su obra “Los jugadores de cartas”.


De la simplicidad del cuadro se pueden dar muchas interpretaciones. Una de ellas consiste en entender el enfrentamiento entre los dos jugadores cómo una metáfora de la confrontación que el propio autor mantenía con su padre, que se negaba a aceptar su labor como pintor. El jugador de la izquierda representa los valores propios del hombre modelo del momento, el hombre de negocios de éxito, seguro de si mismo. El jugador de la derecha representa el hombre que se hace a si mismo en base a sus propios juicios. Los dos personajes son totalmente antagónicos, hecho que apreciamos claramente en las cartas que sostienen cada uno de ellos en las manos; unas destacan por su blancura y la luz que desprenden, mientras que las otras destacan por su negrura. De aquí surge otra de las interpretaciones que se le da al cuadro: la lucha interna del propio Cézanne. Dicho de otra forma, como los deseos de su padre interferían en la decisión que Cézanne debía tomar y la dificultad que revelarse contra lo impuesto.


Al fin y al cabo vemos que Cézanne plasma la dificultad que para él supone el hecho de tener que decidir entre satisfacer a su padre y seguir el estereotipo de éxito impuesto o emprender su propio camino. Es a través de este dilema que nos plantea Cézane, que nos preguntamos hasta que punto somos capaces de decidir por nosotros mismos y en qué medida nos vemos influenciados por aquellos que nos rodean.


De entre todos los corrientes filosóficos que intentan prescribir como el hombre debe enfrentarse ante la toma de una decisión hemos optado por exponer el pensamiento de Jean-Paul Sartre a través de su obra: El existencialismo es un humanismo.


El existencialismo propugna que la existencia precede a la esencia. Éste enunciado significa que el ser humano existe, se encuentra, surge en el mundo, y después se define a través de sus actos y sus decisiones. Volviendo a “los jugadores de cartas”, Cézanne no es pintor per se, si no que después de tomar la decisión de desafiar a su padre y optar por ese estilo de vida, se convierte en pintor. El hombre pues, debe determinarse a si mismo a cada momento y así se definirá en cada estado de su vida porqué no hay nada prescrito.


De esta manera, el individuo es el único responsable de las consecuencias de sus actos lo que convierte al ser humano en un ser libre. Si nada se da preestablecido es el individuo el que tiene la posibilidad de elegir cuáles son sus actos, y esta elección siempre se toma de forma individual. Incluso si Cézanne hubiese optado por no iniciar su carrera como pintor ante la presión ejercida por su padre, la decisión no podría decirse que ha venido impuesta ya que, en última instancia, él podría haber tomado la decisión de pintar, fuesen cuales fuesen las consecuencias.

“Si, en efecto, la existencia precede la esencia, no hay determinismo,

el hombre es libre, el hombre es libertad.”

Es normal que, como Cézanne, ante una decisión nos sintamos angustiados y que surjan contradicciones en nuestro interior, pero en ningún caso se trata de una angustia que deba conducirnos al quietismo, a la inacción. El quietismo es la actitud de la gente que afirma no poder hacer cosas que otros si pueden. El existencialismo es antagónico al quietismo porqué declara que no hay otra realidad que la acción y el hombre no es más que su proyecto, el conjunto de sus actos, el hombre no es más que su vida.


No va haber nada ni nadie que nos diga que tenemos que hacer y sabemos que, una vez tomada la decisión, solo somos nosotros los responsables de las consecuencias de nuestros actos. El existencialista no se lamenta de su vida pensando que las circunstancias no le eran favorables o que las decisiones que tomó vinieron condicionadas. Para el existencialista no hay otra vida que aquella que construimos. Por lo tanto, el existencialismo no es pesimista, sino tremendamente optimista.


Es por esto que nos gusta tanto esta corriente del pensamiento y decidimos exponerla aquí. El existencialismo pone la vida enfrente del individuo y le obliga actuar. El existencialismo es una doctrina de acción, una doctrina de libertad.


Al final nosotros somos los dueños de nuestras acciones y por mucho que se intente influir en ellas de forma externa, la responsabilidad siempre discurrirá en nosotros. La elección más difícil de Cézanne no era decidir entre pintar o complacer los deseos de su padre, sino aceptar que la responsabilidad de su decisión solo sería suya.


Al final, la elección más difícil es aceptar la libertad.


 
 
 

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