Her y la naturaleza del amor
- plandeviernesnoche
- 7 oct 2016
- 3 Min. de lectura
Her no es una obra de ciencia ficción, es una película romántica.
Spike Jonze consigue integrar la inteligencia artificial en un escenario atemporal y cosmopolita para crear una historia que narra las diferentes fases de una relación entre dos individuos. Lo diferente e interesante es que uno de ellos no es una persona física como estamos acostumbrados a verla, sino que es un sistema informático con consciencia propia capaz de amar y odiar como cualquier otro ser humano.
Theodore – Joaquin Phoenix – se nos presenta como un escritor de cartas que atraviesa un divorcio que lo convierte en alguien desganado y confuso con sus propios sentimientos. Aparece entonces Samantha – Scarlett Johansson –, un nuevo sistema operativo inteligente, que llama la atención del protagonista de una forma especial. Y de la curiosidad y la conversación aparece el amor entre ellos dos.
Honestamente, puede parecer extraño que surja de forma natural y espontánea una relación romántica entre un humano y una máquina, tenga ésta consciencia propia o no, pero es justamente lo que busca el director de la película: sembrar la inseguridad en el espectador poniendo en juego una serie de prejuicios morales que nos impiden entender el amor entre estos dos sujetos hasta el punto que dudamos realmente de la pureza de ese amor, degradándolo o ridiculizando, cuando para Theodore es seguramente lo más intenso que ha sentido jamás sin importarle su condición de programa, tal y como vemos en el siguiente diálogo:
- Estaba pensando en cómo estaba molesta y te va a sonar extraño, pero estaba muy emocionada por eso. Y entonces estaba pensando sobre las otras cosas que he estado sintiendo. Me sorprendió que estaba orgullosa de eso. Orgullosa de tener mis propios sentimientos sobre el mundo como las veces que me he preocupado por ti, cosas que me lastiman, cosas que quiero... Y luego tuve este pensamiento horrible. ¿Estos sentimientos siquiera son reales? ¿O son solo programación? Y realmente me duele. Y entonces... me enojo conmigo misma... por tener dolor.
- ¿Que si es un truco? Te sientes real para mi, Samantha.
- Gracias, Theodore. Significa mucho para mí.
Pero más allá del conflicto individuo – máquina y los prejuicios sociales, Her nos obliga a reflexionar sobre el amor y su naturaleza, algo sobre el que ya reflexiono Platón en su día, y cuya propuesta es muy adecuada para la película. En su obra, Platón afirma que el amor es algo idílico, amar significa querer llegar a la esencia, a la idea en sí.
Este amor platónico, se reafirma por la manera en la que el filósofo griego entendía el mundo. En su dualismo ontológico –el mundo de las ideas, donde reside la verdad, y el mundo sensible, donde todo es opinión—Platón establece que el hombre, también dual, debe comportarse de forma virtuosa para que así, su alma vuelva a habitar en el mundo de las ideas. Por ello, en su naturaleza, el amor verdadero trasciende de lo meramente físico y debe encaminarse hacia el intelecto, como Theodor y Samantha, cuyo amor surge y parece superar las barreras de lo sensible.
La esencia del amor es entonces intelectual y metafísica, y solo así puede convertirse en inmortal.
Además, Her añade otro aspecto interesante del amor: la voluntad de querer. Entendemos que el amor no surge de manera espontanea o inmediata, sino que se necesita de una chispa que nace a través de la curiosidad y que nos lleva a la pasión. De la voluntad de mantener esta pasión nace el amor, pero no solo el amor entendido como el afecto romántico entre seres humanos, sino el amor como concepto global, como lo entiende Platón. Ya sea por el arte, por el deporte, por la vida o por el intelecto éste requiere de participación, esfuerzo, sacrificio y, en definitiva, voluntad.

Así, el amor es en ese sentido el primero que incita al ser a expandir los límites de la realidad. Esta necesidad solo se puede llevar a cabo a través de un acto de voluntad. Amar significa dar, dar de uno mismo; dilatar los límites de tu ser y compartirlos con alguien, con algo, integrar-los y fundir-los.
Pero, aun existiendo esta capacidad de amar mas allá de los limites del ser físico, vemos como Theodore, en representación a la especie humana, no deja de mostrar la necesidad de clasificar i poner roles. Es por es que quizás, ese amor platónico llevado al campo de las relaciones entre humanos no es posible exclusivamente a nivel metafísico ya que precisamos del contacto, de vernos, de acariciarnos, del sexo.
Lo físico está presente en nosotros, nos pertenece y por lo tanto no se puede obviar.
Porque el ser nace con la existencia y la existencia cobra sentido con el amor.
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